Tiene apenas 12 años y un futuro enorme. Se llama Thiago Cruz Fernández, juega en el club Kimberley, actual campeón argentino de futsal en primera división, y también en Vélez, donde se luce en cancha de 11.
Las comparaciones son odiosas. Siempre. Y por eso no es correcto ponerle el rótulo del “nuevo Messi” a Thiago Cruz Fernández, un nene de 12 años que la “rompe” en Kimberley al baby fútbol y futsal, y en Vélez, en cancha de 11.
Pero es difícil no caer en la tentación de hacerlo después de que uno lo ve en acción tirando rabonas como si nada, definiendo por arriba de la cabeza del arquero con la facilidad de un jugador profesional o cuando elude a cuatro o cinco rivales y termina convirtiendo el como Maradona frente a los ingleses.
En el año 2015, jugando para el club Kimberley -actual campeón argentino de futsal en primera división-, rompió varios récords al conseguir 82 goles entre baby fútbol y futsal y en 2016 pegó 110 gritos en alrededor de 50 partidos. Más de dos goles por encuentro. Una cifra fenomenal.
Thiago nació el 3 de abril de 2004 y empezó a tener contacto con una pelota desde muy chiquito, a los cuatro años, fascinado por la facilidad que tenía su hermana para jugar.
Ella, Delfina, también es crack: jugó en River y la selección argentina de fútbol, todo en cancha grande, y ahora la rompe en futsal, en donde también vistió la celeste y blanca.
En diálogo con Télam, Thiago cuenta que se divierte mucho jugando al fútbol y que no se ve tan distinto a los demás.
“Me doy cuenta de que puedo hacer cosas que otros no, pero también hay chicos como un compañero mío, Fabelo, que tiene mejor pegada que yo. Y en Vélez hay muchos buenos”, cuenta con absoluta sinceridad.
Dice que en futsal puede jugar tanto adelante como atrás -según lo que indique el DT- y que en el Fortín se mueve como delantero y a veces como enganche.
En Vélez empezó a jugar hace dos años y cuenta que ahí aprendió a utilizar “mejor el cuerpo porque a medida que uno crece empieza a haber más roces”.
“Año tras año los partidos son más físicos y también me pegan más. Mis entrenadores me dicen que tengo que largar más rápido la pelota y saltar cuando me vienen a cruzar. Lo que me da bronca es que para mí el fútbol es una diversión”, explica.
Y agrega un dato bien preciso y que sorprende bastante: “Una vez me pegaron una patada muy fuerte y cuando me quejé con el árbitro, él me contestó que no tire más lujos y listo”.
Naturalmente que los golpes los sufre él adentro de la cancha y su mamá Verónica afuera.
Entonces, ambos, madre e hijo, llegaron a un acuerdo: tienen una serie de señas para que “mamá” sepa que está bien.
A todo esto, ¿cómo es un fin de semana de la familia Fernández? Fútbol, fútbol y más fútbol.“El viernes a la noche nos sentamos y vemos todos los clubes donde tenemos que ir. Thiago juega los sábados baby fútbol en Kimberley, los domingos a la mañana en Vélez, a la tarde futsal, también en Kimberley, y a la noche vamos a ver a Delfina. A veces no tenemos ni tiempo para almorzar”, cuenta entre risas la mamá.
En la playa la rompemos
A la hora de los elogios, a su hermana Delfina se le cae la baba tanto como a su mamá. “Thiago tiene una habilidad increíble. Hace que cosas que sorprende, especialmente por la velocidad con las que resuelve las jugadas”.
Y recuerda con una sonrisa pícara cuando se van de vacaciones y en la playa de San Clemente desafían a chicos más grandes a jugar un dos contra dos.
“Ven una mujer y un nene de 12 años y se ríen cuando les decimos de jugar. Pero después se van con la cabeza gacha por el baile que se comen”.
Thiago sueña con jugar en la selección y ganar un Mundial. Ese sueño lo tuvieron muchos, pero uno en especial: Diego Maradona. ¿Se le cumplirá?
Fuente: Télam